2005/12/05

Cuento 01

Me desperté muy lentamente y miré alrededor. Todo estaba en silencio; me encontraba en una playa desierta al parecer y no tenía nada ni a nadie cerca, por lo menos hasta donde alcanzaba la vista. No es que me sorprendiera, la verdad, no esperaba que tras el día anterior fuera a aparecer en un sitio muy diferente al que me encontraba en estos momentos.

La playa era de arena fina y no se pegaba a la piel, el sol ascendía tranquilo como cada día y el mar parecía tranquilo. Estuve un buen rato mirando la postal que realmente tenía frente a mí y respiré profundo, quería sentir el aire llenando mis pulmones. Traté de poner la mente en blanco y, una vez más, me fue imposible. Ordené mentalmente todos los cabos que tenía que haber dejado atados y, una vez hecho esto, me levanté.

Llevaba ropa ligera, pero aún así decidí que era mejor prescindir de ella y quedarme en ropa interior. Me dirigí hacia el agua; no estaba muy fría pese a ser muy temprano y seguí caminando hasta que el líquido elemento cubrió las rodillas. Llegados a este punto me zambullí, quería tener la iniciativa primera de inmersión. Desentumecí los músculos y comencé a nadar. Hacía tiempo que no lo hacía y notaba la tirantez en brazos y piernas desacostumbrados a cualquier tipo de actividad extra.

Continué nadando durante unos quince minutos más o menos, no avanzaba muy rápido y tampoco podría decir en qué dirección. Cuando ya no pude más paré y me dejé caer. Como instintivamente subía a la superficie comencé a bucear; avanzaba más rápido y además lo hacía con los ojos abiertos a modo de guía. Encontré en mi camino varias especies que no sabría nombrar y pude observar como el nítido azul de la superficie se convertía en un oscuro color que tornaba por momentos de marrón hasta convertirse en negro. El frío también iba en aumento y el aire de mis pulmones se agotó.

En ese preciso momento fue fácil tomar una decisión. Me encontraba en un vacío tan absoluto como el que sentía en mi interior y todo fue encadenándose de manera vertiginosa; inspiré cómo si estuviera en la superficie y hubo momentos de dolor pero, una vez pasado este primer trance, llegó la tranquilidad. Dicen que morir ahogado es una de las peores muertes que se pueden tener, imagino que todo dependerá de si uno lo desea o no. En este caso concreto entré en un estado de semiconsciencia en el que todo me parecía lejano, era como si estuviera fuera de mí. De repente el negro desapareció, la claridad volvió a mí y, por primera vez en mucho tiempo, mi mente volvió a estar en blanco.

Todos los esfuerzos que anteriormente mi cuerpo de manera instintiva había realizado para evitar el desenlace escogido dejaron de tener vigencia y la decisión tomada hace ya varios días por fin llegó, me dejé llevar por la corriente y sonreí, intuyo que sonreí.

Música recomendable:

Portishead - Dummy -http://www.portishead.co.uk/
Cualquier café del mar, lounge o Saint Germaine.

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