Relato

Y sigo teniendo frío. Sujeto con las manos la taza para calentarlas mientras miro el humeante líquido que casi la rebosa y que no pienso tomar. Ella me mira fría, duramente y yo hago como que no la veo porque la entiendo y la comprendo pero no la quiero entender ni comprender. Pasan los segundos, los minutos y sigo tiritando. Ella permanece de pie delante de mí. Pienso que ojalá se fuera pero sé que eso no va a ocurrir.
Mientras miro de manera hipnótica la taza escucho la letanía que me recuerda por qué tengo frío, por qué estoy triste y por qué debería tomarme ese caldo humeante de la taza. Entonces rompo a llorar. Ella también. Lloro porque la entiendo pero también me entiendo a mí. No soy capaz de ingerir alimentos, no soy capaz de aceptarme y no soy capaz de superar su mirada fría y dura de nuevo. Rompo a llorar porque lo entiendo pero este ritual lo hemos repetido antes y siempre acabamos llorando, infelices y firmes en nuestra postura. Yo quiero querer comer pero no puedo. Ella quiere que yo coma y además quiere que viva y que sea feliz. Yo no quiero comer aunque eso signifique la muerte. Yo la miro y ella me mira y, de nuevo, agarro la taza para intentar captar el calor que desprende y que mi frágil cuerpo  sienta al menos, algo de calor.